Las
maquilas se sitúan en las llamadas Zonas Francas, las cuales se
encuentran en la periferia de países del sur. Donde se establecen
industrias de países del norte, sin control arancelario, produciéndose continuos atropellos a los derechos humanos. La dinámica de
las mismas, y su repercusión global, la podríamos resumir en la
siguiente afirmación “una camisa que a la productora le pagan 20
céntimos de euro, luego la venden a 100 euros.”
En
cuanto al origen del vocablo “maquila” he encontrado dos posibles
acepciones:
Una
que asegura que viene del árabe y significa “porción de grano,
harina o aceite que corresponde al dueño del molino por la molienda”
Y la otra que asegura que proviene del español medievo, para
denominar al sistema por el cual podías moler en molino ajeno,
siempre y cuando pagarás al dueño del molino una cuantía en harina
o trigo. Ambos significados no tienen apenas variación, uno hace
referencia al sistema, y otro a la porción de grano a pagar. En sus
comienzos, se originó en México, aunque en la actualidad, se
encuentran extendidas por todo el mundo. Si calculamos una media
aproximada de su composición a nivel mundial, un 80 % son mujeres.
En
México observé el contraste entre la zona maquiladora, donde el
alumbrado, los servicios de comunicación, los servicios de drenaje
al río, agua, electricidad, pavimento, construcciones de naves, los
pone los gobiernos de los países del sur, y por otro lado, con las
comunidades indígenas donde no se cuenta con estos recursos.
No obstante, una
indígena mexicana, después de probar suerte en las maquilas, decía
“prefiero las tortillitas de mi comunidad que vivir en las
maquilas” De igual forma, no hay que dudar, que las maquilas siempre encontrarán a las que
no tengan las tortillitas de su comunidad. A mujeres que este trabajo
les suponga una posibilidad de mejora, una salida laboral posible.
A
nivel internacional, se ha creado lo que se llama el mercado libre,
de una economía que tenemos que pensar desde Adam Smith, que la
maneja y regula una mano invisible. Aunque la mano invisible cuando
van mal las cosas, pasa a denominarse rescate, y traducido rescate significa robo.
La globalización económica tuvo lugar como respuesta a la tercera conocida crisis del capitalismo. Para las empresas multinacionales, era mucho más rentable (y es), ir a poner su industria en un país en vías de desarrollo económico para conseguir una mano de obra muy barata y con ánimos para ser explotada y humillada.
La globalización económica tuvo lugar como respuesta a la tercera conocida crisis del capitalismo. Para las empresas multinacionales, era mucho más rentable (y es), ir a poner su industria en un país en vías de desarrollo económico para conseguir una mano de obra muy barata y con ánimos para ser explotada y humillada.
Leí
una vez, que debido a estos manejos internacionales, que la gente de
a pie, como tú que lees esto, como yo que lo escribo, matamos a cien
personas a lo largo de nuestra vida de forma indirecta. Mirando a
otro lado, cuando compramos cosas, provenientes de estos lugares,
donde está prohibido beber agua, protestar, donde se trabaja a más
de 40 grados, donde se propagan enfermedades mortales debido a la
contaminación, y un largo etc. Parece que nos ponemos de acuerdo
fácilmente en que queremos otro mundo, pero no tanto, en el que
tenemos que tener un consumo responsable.
El
mecanismo de la globalización económica es encontrar al colectivo
más desfavorecido, será al que menos se le tendrá que pagar y
además a lo mejor no sabe ni lo que son derechos humanos. En su
mayoría son mujeres, niñas, de clase económica baja, sin estudios
ni acceso a la educación formal, y de países en vía de desarrollo
económico. El efecto también golpea a la clase trabajadora local de
los países desarrollados, ya que no pueden competir con los precios
de las multinacionales.
Cabría
preguntarse, ¿Por qué en su mayoría son mujeres?. Al buscar mano
de obra barata y dispuesta a aceptar condiciones inhumanas de
trabajo, como una oportunidad, tienen que ir al colectivo más
marginado en la sociedad. A lo largo de la historia, comprobamos que
hay varios items que se mantienen, como factores de riesgo para
sufrir discriminación, de los que podríamos resaltar dos:
- Ser pobre.
- Ser mujer o niña.
Por
eso si nos damos un paseo por las maquilas nos encontraremos en su
mayoría mujeres y niñas, del ámbito campesino, de clase económica
baja. Niñas sin posibilidad de ir al colegio, mujeres con jornadas
de trabajo interminables y sin contrato laboral, sin derecho a la
sanidad, ni aportes. También cabe señalar como un factor muy
importante, el factor étnico. Ya que en su mayoría son indígenas.
Igual
podemos caer en el error, al mirarlo como algo que ocurre “allá”, “lejos”, que no tenemos nada que
ver con este suceso.
Y cerca o lejos, sí que podemos hacer algo contra las maquilas. Podemos dejar de contribuir con nuestro dinero. Las maquilas están lejos, pero tiendas como El Corte Inglés, Zara, Cortefiel, Mango, Benetton, o marcas como Nike, Adidas, Puma y Fila, están a unas calles de tu casa. Éstas son algunas de las empresas que llevan a cabo la explotación, que te ofrecen lindas prendas a base de calamidad para otras personas. Personas que en un 80 % son mujeres y niñas.
Y cerca o lejos, sí que podemos hacer algo contra las maquilas. Podemos dejar de contribuir con nuestro dinero. Las maquilas están lejos, pero tiendas como El Corte Inglés, Zara, Cortefiel, Mango, Benetton, o marcas como Nike, Adidas, Puma y Fila, están a unas calles de tu casa. Éstas son algunas de las empresas que llevan a cabo la explotación, que te ofrecen lindas prendas a base de calamidad para otras personas. Personas que en un 80 % son mujeres y niñas.
De
igual forma, no hay que olvidar que no hay un único enemigo, no sólo
es la corporación la que hace que esto sea posible. Si no que en
muchos de los casos tienen el impulso de los gobiernos de los mismos países. Los cuales, orientados por el FMI y el Banco Mundial, atraen
a estas multinacionales, ofreciendo mano de obra barata.
Mientras
tanto Amancio Ortega, fundador de Inditex, recibe premios y halagos,
pero de “sus” mujeres nadie se acuerda.
Y
en algunos casos, como es el de Benetton, famoso por sus publicidades
“humanitarias”, aunque no sea noticia, se producen asesinatos
todos los años. Benetton, el cual en los tiempos del Presidente
Menem, compró miles de hectáreas de la Patagonia Argentina, no se
conforma con exportar lana a Europa, aprovechándose de los bajos
costos y de la explotación de mano de obra barata. Además, todos
los años mueren a manos de privados armados, mapuches que siguen
luchando por el territorio que les pertenecen, ocupan sus tierras,
con el fin de que no se construya en las mismas (las que ya fueron
edificadas, no las quieren), y los matan, sin que sean protagonistas
de ninguna tapa de diario. La fuente es personal, por haber estado compartiendo en una colonia de resistencia en una zona próxima a Villa Langostura. Ahora bien,
¿podríamos sentirnos ajenos a todo esto, si volvemos la cara y
consumimos en Benetton?
Y
sin embargo, tengo la sensación, y la certeza también que
continuamente volvemos la cara a estas realidades. El director de la
revista Setem, de Economía Social y Solidaria, exponía con firmeza
“si la precariedad laboral fuera un deporte olímpico, la industria
de la ropa deportiva ganaría una medalla”. Es cierto, que el
Comité Olímpico Internacional (COI) tiene una responsabilidad en
esto, no denunciando, posicionándose, etc., pero mi pregunta es ¿y nosotros/as? Nosotros/as los y las que
vamos a comprar y “lo preferimos de marca, porque dura más”.
Cada
vez que leo, me informo, o escribo algo al respecto, me siento
cansada, cada vez más cansada, de poner el foco siempre en el otro,
en el grande, poderoso y malo hombre blanco. Él ya está ahí, se
llama capitalismo, se llama patriarcado, y es imprescindible luchar contra él. Pero no se trata sólo de criticarlo, se trata de empezar por dejar de apoyarlo.
Como dijo Luther
King, no me asusta el malo de la película, me asusta los y las
buenas que no hacemos nada. O lo peor, que contribuimos, tenemos el
poder de cambiar las cosas, pero preferimos seguir mirando a otro
lado. Un profesor un día me dijo con tu voto y tu tarjeta de crédito
puedes decidir cambiar muchas cosas, y definitivamente llevaba razón.
Mujeres Haciendo Historia